jueves, 29 de enero de 2009

Corazón de Madera

Me sorprendí cuando lo vi, uno escucha cosas extrañas; que no se cree del todo, hasta que las ve y créanme cuando digo que el corazón de un niño, no es algo que se olvide.
Es tan diferente a un corazón de adulto y no me refiero simplemente al tamaño; si no a toda su forma. El corazón de un niño es de madera, sí de madera. El que yo vi era de pino —aunque supongo que pude haber de otros tipos— perfectamente tallado en esa figura en la que se le suele representar, esa forma que siempre me ha parecido un triangulo con tumores.

Mi objetivo en otro tiempo era encontrar el lugar donde se guardan los sentimientos. Pero no piensen que andaba por ahí arrancando corazones, no soy un asesino y menos de niños.

Tenía la sospecha de que el lugar que almacenaba los deseos, los temores, las pasiones era el corazón, los corazones que logre conseguir, gracias a empleados codiciosos de las morgues, eran corazones de hombres adultos, simples órganos carentes de sentimientos.

Pensé que mi búsqueda nunca daría frutos, por un tiempo dejé mi loca idea de encontrar ese cofre de pasiones, pero el destino nos juega pasadas extrañas. El día de ayer apareció uno de esos codiciosos empleados de morgue con la intención de venderme un corazón de niño, como podrán imaginar inmediatamente me negué, pero el empleado insistió, no sé si estaba necesitado de dinero o simplemente sabía que este corazón era diferente. Así fue como llego a mí esta cosa de madera donde se ubican los sentimientos, ahora sólo debo descubrir como sacarlos.

domingo, 18 de enero de 2009

El Retorno

Despúes de unas merecidas vacaciones, bastante largas, este blog vuelve a tener actividad.

Y comienzo con un pequeño texto (surgido en metatextos), lo titulo:

¿Y qué hace un hombre?

Y aquí estoy, en el centro de todo este embrollo, con la frente empapada de sudor y con mi libre albedrío temporalmente colapsado. Y digo, siempre he sido un hombre fuerte pero cualquiera en mi situación se habría derrumbado.

Mi orden es clara, asesinar a todos los que caigan en mi poder, y acate ésta desde que la recibí, extinguiendo la vida de los enemigos que eran apresados por mis hombres. Algunas veces recibí peticiones de clemencia, de indulto, pero las ignoré y lleve acabo mis órdenes.

Ayer cuando mi subalterno me trajo la noticia de que habían capturado a varios rebeldes, entre ellos uno de los líderes, un tal cura Morelos, me entusiasmé, mis superiores me recompensarían, y seria yo el que diera la orden al pelotón.

Grande fue mi sorpresa cuando vi a mi hijo al lado de ese cura y atado junto a los rebeldes. Lo primero que pensé fue que se dirigía hacia el campamento a verme y los imbéciles de mis hombres lo confundieron con un rebelde. Me gire hacia mi subalterno y lo abofeteé, le exigí una explicación.

Mi subalterno me contó ante todos, que mi hijo estaba con los rebeldes y que había asesinado a tres hombres en su intento por evitar que capturaran a Morelos. Mis hombres pedían su cabeza; la deshonra cayo sobre mí.

Y aquí estoy yo, aun lado del pelotón, en el centro de todo este embrollo, sin poder tomar una decisión, y es que qué hace un hombre en esta posición.

¿Qué hace? Supongo que un hombre en esta posición podría tener más hijos.

¡Fuego!