martes, 25 de noviembre de 2008

El joven viejo

La venganza
Ese sentimiento que nos invade a muchos cuando sufrimos una afrenta, nos invaden las ganas de hacer al otro lo mismo que nos hizo, muchas veces la venganza se confunde con justicia, pero pocas veces va encaminada a eso.

De lo anterior y del tema de metatextos esta semana surge el siguiente relato:

El joven viejo.

Román observaba la caja de Estafeta que tenía entre sus manos viejas y manchadas, ya sabía su contenido; una pistola, cartuchos y la carta que explicaba las razones de su extraño padecimiento.
Aunque parecía de ochenta años, Román apenas llegaba a los veintinueve. En los últimos cinco años, sin saber la razón y sin hallar una explicación médica, había envejecido progresivamente.

Al leer la carta supo que fue victima de un grupo de científicos expertos en alteraciones genéticas y él sin saberlo se había convertido en su ratón de laboratorio. Adjunto a la carta venía una foto del científico director del experimento, Román reconoció al hombre de la foto, era uno de los médicos que había estudiado su caso, uno de los que intentaron ayudarlo, o eso creyó él.

¿Por qué lo habían elegido a él? ¿Cuándo sucedió? ¿Por qué no recordaba nada de eso? se preguntaba. Pero la carta no proporcionaba esa información, sólo explicaba que la pistola y las balas que venían en la caja eran indetectables, y terminaba con la frase: véngate y de paso véngame a mí.
Al parecer el extraño de la carta había sufrido igual que él, tal vez ya estaba demasiado viejo como para poder vengarse el mismo, pero Román aun tenia fuerzas en su cuerpo, volvió a mirar la foto del hombre que le había robado su vida, le dio la vuelta a ésta para ver la dirección que estaba escrita atrás, sujeto la caja contra su pecho y salió de su casa.

Estacionó su viejo Volkswagen frente a la casa del científico, y esperó pacientemente a que saliera. Unas horas después salió de la casa el hombre que lo arruinó, iba acompañado de una niña —seguramente su hija— Román saco la pistola, estaba lo suficientemente cerca para poder atinarle, aún con su vista cansada. La niña que iba con el científico se le colgó de brazos a éste —se veían tan felices— El joven viejo dudó y el enemigo y la niña entraron de nuevo en la casa.

Tania esperaba a su padre afuera de la escuela, entre el barullo de los niños saliendo de clases, escucho que la llamaban, logro ver a un anciano sonriente que tenia una mano llena de globos, la pequeña lo saludo de lejos, el anciano le hizo señas para que fuera por uno de los globos, Tania se acerco a él y escucho un ¡bam! Fue lo último que escuchó.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Pesadilla

Lo sueños, que cosas tan raras suceden cuando estás soñando, muchas veces son tan reales, tan vívidos, tan tangibles que no te pasa por la cabeza pensar que tal vez estás divagando por tu mente, por más ilógico que pueda ser, mientras más imposible menos lo cuestionas. Son tan confusos que muchas veces te crees despierto, pero en realidad sigues en ese espejismo que llamamos sueño.

— ¿Y tú Juan crees en eso? —le preguntaron.
—No lo sé — dijo Juan. Veras hace unos días fui invitado por mi madre a una extraña misa, una misa poco usual, ésta tenía un nombre pero sinceramente no lo recuerdo, no soy muy religioso así que no puse mucha atención, mas algo llamó notoriamente mi curiosidad.

El sacerdote que conducía la misa narró una historia de su juventud, según él había combatido contra demonios que lo atacaban cuando dormía, contó que separaban su cuerpo de su alma y lo paralizaban, cosas por el estilo.

Me quede bastante sorprendió, ya que a mí me habían pasado cosas similares, pero las atribuía a pesadillas, fenómenos neurológicos o cualquier cosa relacionada con el sueño. De cualquier manera me pareció curioso.

Algunos días después, estaba durmiendo y cuando desperté y abrí los ojos sentía el cuerpo pesado, no podía mover ni un músculo.

—Esto debe ser un sueño —pensé.

De repente mi cuerpo se irguió en contra de mi voluntad y rápidamente me eleve de la cama hasta quedar suspendido sobre ésta. Avance hasta chocar contra la perded, intentaba moverme mientras observaba mis pies separados a unos sesenta centímetros del suelo, no lograba nada. La desesperación me dominaba quise gritar pero de mi boca no salía ningún sonido.

—No creo en esto, no creo en esto — repetía en mi cabeza.


Caí al suelo, me levante a duras penas, mi cuerpo seguía pesadísimo, como pude camine hasta la puerta, mientras avanzaba miré al buró que esta junto de mi cama, sobre éste estaba el vaso con agua que había dejado al iniciar la noche, intente tomarlo pero mi mano pasaba através de él.

Desperté, estaba recostado en mi cama boca abajo, con el corazón agitado, me seque el sudor de la frente, me levante y encendí la luz.

—Un sueño —me dije.

Volví la vista hacia el buró para tomar el vaso con agua pero no estaba.

—Seguramente nunca lo puse ahí—pensé.

Debo confesar que me daba algo de miedo apagar la luz, después de un rato logre acumular algo de valor repitiéndome que sólo había sido un mal sueño, pero sólo creyéndolo a medias. Me recosté en la cama y cerré los ojos.


miércoles, 5 de noviembre de 2008

Paciente 025

¿Qué es la realidad?
A mi parecer la anterior es una cuestión muy interesante, lo real podría decirse que es aquello que podemos apreciar con nuestros sentidos, sin embargo, ¿qué sucede cuando existe algo que sólo tú ves? Te vuelves loco a los ojos de la sociedad; pero para ti eso que los demás no ven es tan tangible, tan perceptible, tan aromático, tan ruidoso que es imposible pensar que sea una ilusión.

Los invito a leer la siguiente historia:

Paciente 025

Bartolomé y Juana eran una pareja feliz y enamorada, de esas que ya casi no se ven, él le pidió matrimonio a ella, ella encantada aceptó, se habían conocido en la fiesta de un amigo mutuo y el flechazo había sido instantáneo. Él era el segundo hijo de uno de los comerciantes más prominentes de la ciudad y provenía de una familia de abolengo. Ella era huérfana, salida hacía dos años del orfanato y trabajaba en una vieja parroquia.

Como es lógico, esta diferencia de clases sociales les trajo problemas, cuando Bartolomé les hablo a sus padres de ella, estuvieron algo renuentes a apoyar la relación pero se mostraron tolerantes, esto hasta el día que la llevo a conocerlos ¡Todo salio mal! Tacharon a Bartolomé de loco por querer casarse con Juana y el pobre tuvo que abandonar su casa y renunciar a su herencia para poder estar con su amada.

El joven rento un pequeño departamento en el mismo edificio donde Juana vivía, pero lejos del departamento de ésta, porque ella era una chica decente.

Se casaron en la vieja parroquia donde ella trabajaba, sin más invitado que el padre que los consagro al matrimonio. El tiempo paso, cómo siempre, Juana y Bartolomé tuvieron dos hermosos hijos. Bartolomé intento por largo tiempo reconciliarse con sus padres, pero estos se negaban a verlo, sus hermanos no lo bajaban de loco y lo veían con pena, esto le causaba un gran dolor y la pobre de Juana se sentía culpable de la desdicha de su esposo, pero él le decía que estar con ella y sus hijos compensaba y sanaba ese dolor.

Con sus altas y bajas vivían felices. Por lo menos hasta ese día, ese día en que despertó.

Al abrir los ojos se encontró con un cuarto completamente blanco y en extremo iluminado.

—Ya despertó —dijo una voz grave.
Intentó ver quien hablaba pero la luz le segaba.
— ¿Dónde estoy? —preguntó.
—Estás de nuevo en la realidad —respondió una voz aguda y seca.
— ¿Dónde están mis hijos?
—Tú no tienes hijos —le respondió la voz grave.

Cuando sus ojos lograron adaptarse a la luz logro ver a unos cinco hombres, todos llevaban puestas unas batas blancas, algunos tomaban notas rápidamente en pequeños cuadernillos mientras observaban.

—Al parecer el efecto del nuevo medicamento no es el deseado —dijo uno de los hombres con bata —, saco a 025 de sus alucinaciones, pero sigue pensando que era real lo que veía.

—Es una decepción —dijo un anciano de voz grave— pero a su vez un gran avance, 025 se encuentra de nuevo en la realidad y si pasa el periodo de observación sin presentar alucinaciones el procedimiento habrá tenido éxito.

— ¿Quiénes son ustedes?, ¿Qué hago aquí?, ¿Qué es este lugar?, ¿Dónde están mis hijos?, ¿Dónde está mi esposo?, ¡Déjenme ir!

—Tú no tienes hijos, no tienes esposo —respondió el anciano de voz grave—. Estás en el hospital psiquiátrico San Valentín, estás aquí desde los seis años, a esa edad te sacamos del orfanato por que tenias graves alucinaciones.

— ¡No!, está mintiendo.
— Han pasado dieciséis años desde la última vez que tuviste contacto con el mundo real —dijo el anciano.
— Mejor ponle un sedante —dijo el de la voz aguda—. No previmos el hecho de que tal vez no aceptase la realidad, tendremos que pensar en cómo resolver ese inconveniente.

Juana se quedo dormida, sin poder soñar, sin la posibilidad de volver a ver a su amado Bartolomé y a sus pequeños hijos, sintiéndose realmente infeliz.